Antiguamente, las carasses eran figuras colocadas bajo el órgano de las iglesias, y el propio organista les hacía mover los ojos y echar golosinas por la boca. Los niños se colocaban debajo y recogían todo lo que podían. Había carasses por toda Cataluña, y solo en Barcelona destacaban la de Santa Maria del Mar, la de la Catedral —que data del siglo XVI— y la de Sant Just, que todavía se puede ver en la sacristía. Actualmente podemos encontrar algunas carassas, aunque su función era bien distinta a la de tirar golosinas por su boca…
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