Pocos colectivos sufrieron más el terror en la postguerra como el de maestros/as de nuestros país. Creo que no hay ninguna cuneta en España que no contenga a un maestro. Fueron aniquilados en el momento en que entraban. Fueron los primeros en caer, a los primeros que los matones falangistas iban a buscar, incluso antes que al guerrillero, que al politizado. Matad al maestro/a era la consigna grabada en las perversas mentes de la reacción. En estos días nos han llegado goteos de la misma censura que, las que tenemos años, recordamos.
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