A través de un nuevo proceso de “esculpido a escala nanométrica”, metales como el aluminio, el titanio o el zinc pueden ser unidos de forma permanente a casi cualquier otro material, volverse hidrófobos o mejorar su biocompatibilidad. El espectro potencial de aplicaciones de estas “superconexiones” es extremadamente amplio, y va desde la metalistería en la industria hasta implantes más seguros en tecnología médica.
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