Bien, comenzaré por el principio. Antes de emprender el viaje hacia el lugar exacto del lanzamiento, con la inestimable contribución económica a la expedición por parte de la señorita Scorbitt, Barbicane y Nicholl tuvieron que ser convencidos de la viabilidad del proyecto. Para ello, J.T. Maston, un calculista destacado, había estudiado concienzudamente el problema, llegando a las conclusiones que aquí debajo paso a exponer de una forma espectacularmente amena.
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