Imaginad que en vuestra clase hay un alumno que todas las mañanas os roba el bocadillo. No podéis hacer nada porque su padre financia al colegio, así que el chaval está protegido. Uno ingresa un pastón, otros miran a otro lado, y el matón se lleva los bocatas. El sistema funciona. Y aquí tenéis dos opciones: cambiar ese sistema o cambiar de colegio. A los guionistas nos gusta la opción uno. Es la épica, la justa, la que queremos para nuestro protagonista. Porque un Karate Kid en el que Danielsan tiene que hacer las maletas es una mierda.
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