El 1 de septiembre de 1923 el gran Terremoto de Kantō sembró muerte y destrucción en la región metropolitana del país. En la Cárcel de Yokohama también se sintieron sus efectos. Sus pabellones de internamiento y talleres quedaron primero destruidos y luego fueron devorados por las llamas. El alcaide, en cumplimiento de lo estipulado en la antigua ley de prisiones, decidió liberar a los 934 reclusos que habían sobrevivido sin heridas con la condición de que se presentasen ante la autoridad dentro de las primeras 24 horas.
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