Con la decadencia de Teotihuacán, atribuida a la llegada de los pueblos guerreros del norte al sur (relacionados con los nahuas), la presencia tutelar de las deidades acuáticas cede su lugar al Sol. Durante esta transición, la guerra comenzó a desempeñar un papel primordial en la organización de los estados y se integró de manera más activa en su aspecto religioso. La guerra se convirtió en uno de los mecanismos para obtener las víctimas del sacrificio necesarias para alimentar a los dioses, principalmente al Sol.
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