Vivimos en un tiempo sin época. Afirmación demostrada por el simple hecho de que nombramos nuestro tiempo añadiendo un prefijo (post-) a otra época que sí cuenta con nombre propio. Tal indefinición, falta de nombre propio y de proyecto político y social más allá de la incesante circulación del valor económico, ha alcanzado también al quehacer de la política.
Comentarios
Prefiero un predicado.
Ni Paulo Coelho lo hubiera dicho mejor