No, no queremos un país en que las clases populares, tras pasar por el sistema educativo, no encuentren los empleos con que llevar una vida digna. Pero de igual forma, tampoco queremos un país en que esas mismas clases populares (con trabajo o sin él) no encuentren satisfacción en aprender cómo funciona su mundo, a las que les aburran temas que podrían resultarles apasionantes o que queden atrapadas en ese «círculo de la impotencia» en que sólo aquel “que sabe” podrá enseñarles o tomar ciertas decisiones por ellas.
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