Debatir en redes sociales es complicado. Leer opiniones que a uno le chirrían, o que van en contra de las ideas propias, también. A veces puede parecer que los demás tienen creencias tan absurdas que sentimos el imperativo moral de "iluminar" a esa persona que creemos que ha escrito una chorrada. Nada más lejos de la realidad. Las discusiones en redes sociales fallan en un propósito de debate porque el canal no lo permite. No es solo los participantes; es el propio medio. No hay timing, no hay expresión no verbal, ni modulación de la voz, ni turno de palabra. Los debates por Internet tienden a deslavazarse, a la vagueza mental. Y si son en público, a la aprobación de nuestros comentarios por la audiencia, dejando en un segundo plano a nuestro interlocutor.
Soy contrario a poner cortapisas a la libertad de expresión. La libertad de expresión es libertad de opinión, y una opinión no es ofensiva per se, sino los actos que la pueden acompañar. Pensar y actuar son cosas diferentes, aunque a veces esté ligado.
Cuando respondemos en redes sociales a alguien con quien no compartimos ideas, hay que reflexionar si lo que buscamos es debatir o informar, o si lo que buscamos es limitar la libertad de opinión de la otra persona. En el primer caso, vamos a la información, los hechos; en el segundo, caemos en las falacias lógicas, en el ego o en el pronóstico.
Pero tan importante es cómo responder como a quién vamos a responder. Y el cómo depende de ese a quién. Si caemos en el prejuicio, en el reduccionismo, en la desinformación, no logramos debate, solo puesta en escena. Tenemos muy malos ejemplos porque casi todo lo que envuelven los medios de comunicación es puesta en escena, desde los análisis de un partido de fútbol en un programa de madrugada pasando por el mismísimo Congreso de los Diputados, sin olvidar esos debates televisivos sobre reality shows. Y hay que quitarse de encima esa distorsión cognitiva de que un debate ha de ser un espectáculo.
Saber con quién debatimos es esencial. Y no me refiero a que haya que invitar a cenar a una persona antes de debatir con ella, sino a que, en debates de redes sociales, prácticamente no conocemos a la persona con la que hablamos, por lo que, de forma impulsiva, casi intuitiva, recurrimos a los prejuicios. Un prejuicio suele ser más dañino que una opinión, porque el prejuicio conlleva una valoración hacia la persona. Si debato con alguien que dice que "todos los funcionarios son unos vagos", no me ofende ni me molesta, pues es una generalización absurda y poco razonada, pero si me dice que "digo lo que digo porque me gusta calentar la silla" entonces me lo está llevando al terreno personal. Sí, es ofensivo, pero tampoco es un drama, y dejo que opine libremente... pero me corta totalmente las ganas de seguir debatiendo con esa persona.
Aquí en Menéame me sucede mucho que soy bastante beligerante con el mal periodismo, ése en el que el redactor introduce su opinión personal en sus artículos, o deja vacíos y expresiones para conducir la opinión del lector. Debido a esa beligerancia, soy "progre" y "facha" a partes iguales. Por ejemplo: dejo un comentario criticando la noticia contra un tipo de extrema derecha en un meneo que he votado negativo y la respuesta es "Aquí lo tienes ...uno de esos indeseables para los que tantas excusas parece buscáis algunos. Este sujeto tiene un currículum muy grande ya de actividad ultra en muchos palos...solo hay que buscar un poquito" o "Los ofendiditos. A llorar a la llorería". Por otro lado, dejo un comentario criticando la noticia contra un tipo de Podemos en un meneo que he votado negativo y la respuesta es "Seguro que tu comentario sería exactamente el mismo si hubiera sido Abascal".
Y aquí va la tercera parte: tan importante como el cómo y el a quién es el por qué. ¿Cuál es el motivo que subyace a un comentario? ¿Cuál creo que es el motivo que subyace a una opinión? ¿Es ese motivo que yo creo el que realmente subyace a sus ideas? Ahí es donde debemos frenar y madurar nuestra respuesta, por respeto a la otra persona. No la conozco, no sé por qué opina así y cuál es su intención al expresarla. Podemos decidir si queremos preguntar para facilitar el debate, si es que nos interesa hacer debate, y luego apuntar con mirilla si creemos que hay algo que se escapa a la razón, o podemos coger la recortada, disparar a troche y moche, quedarse uno a gusto y que sea lo que dios quiera después.
Yo abogo por la primera. Me encanta un buen debate y una opinión bien construída, aunque sea contraria a mis ideas. Que para eso están las opiniones, y para eso interactuamos en redes sociales. Nadie tiene una pistola en la cabeza de alguien que le obligue a meterse en Menéame, en Twitter, en Facebook o donde sea. Y una buena respuesta a una opinión es igual o más importante que la propia opinión. Y creo sinceramente que es un trabajo que debemos hacer como sociedad de la información, con un potencial constructivo nunca antes visto dados los medios de los que disponemos, y que estamos desaprovechando por ir con la horca y la antorcha por Internet, algo que ya ni siquiera hacemos en la vida real.