En 1963, el astrónomo ruso Nikolai Kardashev decidió escuchar con atención una fuente espacial de emisiones de radio descubierta poco antes por el Instituto Tecnológico de California. La de Kardashev fue, informalmente, una de las primeras actividades SETI, siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, algo en lo que la antigua URSS se adelantó ligeramente a EE. UU. Y parecía que el esfuerzo había dado fruto: para Kardashev, aquella señal delataba la presencia de una civilización alienígena.
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