La infancia y la adolescencia de Chema Lajarínez estuvo rodeada de cómics. Aunque estudió Bellas Artes, los tebeos seguían ahí. «Fui compañero de piso de Daniel Acuña, que trabaja para Marvel. De hecho, tener a un monstruo como él al lado me acomplejaba porque yo no evolucionaba a su ritmo», comenta. «Como dibujante me sentía un inútil, así que me fui a lo fácil, a dedicarme a aquello en lo que me alababan. Sobre todo, la pintura».
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