Un instrumento fascinante diseñado por Franklin que poco a poco se gano mala fama: “la armónica estimula en exceso los nervios y sumerge al músico en una acuciante depresión y, por lo tanto, en un oscuro y melancólico humor que acaba llevándolo a una lenta auto-destrucción. Si sufre de algún desorden nervioso, no debería tocarlo; si aun no se encuentra enfermo, no debería tocarlo; si se encuentra melancólico no debería tocarlo”.
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