Madrid ha estado varios días bajo la amenaza de una altísima contaminación (negada por la teniente de alcalde y concejala de Medio Ambiente, Ana Botella, convencida como está de que “el calentamiento global no está demostrado”) que está directamente relacionada con el tráfico. Pero ni en Madrid ni en Barcelona ni en la mayoría de ciudades españolas pasa nada. La cultura de la bicicleta sigue siendo un capricho alternativo, en un país de nuevos ricos construido a golpe de pelotazo para cuyos habitantes ir en bici es síntoma de pobre o de hippie.
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