Billy el Niño es español, y puede dar gracias por ello. De haber torturado al servicio de otra dictadura, en otro país, quizás no habría tenido la vida plácida de que ha disfrutado en los últimos cuarenta años, no habría saludado burlón al salir de la Audiencia Nacional tras haberse sentado unos minutos en un banquillo por primera –y seguramente última- vez en su vida.
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