«A veces me desespero, pero menos mal que confío en Dios y pienso que me protege, porque se me vienen muchas cosas a la cabeza, hasta... bueno, quitarme la vida, dejar de sufrir». Laurentino es un burgalés de 41 años que lleva cuatro semanas en Santander. Ha trabajado de albañil, de pintor, en una empresa de limpieza... pero la crisis le ha dejado sin trabajo y sin vivienda.
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