Sabéis perfectamente de lo que estoy hablando. Me refiero a ese momento justo antes de dormirnos en el que escuchamos el sonido de una canica rebotando en el piso de arriba. Es algo ya cotidiano de nuestras vidas como urbanitas; algo que hemos sabido integrar como un sonido más de los tantos que se repiten con insistente asiduidad en nuestro día a día. Obviamente no existe tal juego de canicas, pero sí una explicación física al hecho.
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