Nada más fue puesto Hitler al poder, el partido comunista y el movimiento obrero fue brutalmente reprimido, ilegalizado y enviado en campos de concentración. Se eliminaron las libertades democráticas, los salarios bajaron, los impuestos subieron y los dividendos para las corporaciones incrementaron como nunca antes gracias al trabajo esclavo, la inexistencia de sindicatos y los numerosos contratos estatales ligados al rearme de la economía alemana buscando otra guerra de revancha, esta vez quizás con mejores resultados que la de 1914.
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