No hay semana que no lea a algún amigo o conocido diciendo que se va a Londres a aprender inglés. No es mi objetivo alabar su valentía ni animar a los más rezagados a luchar por sus sueños. No, de eso ya estaréis aburridos. Mi propósito es exactamente el contrario. Quiero que os quedéis en casa, en vuestra España cañí y corrupta. Y lo quiero intentar no a base de recuerdos pastelosos de vuestras orondas madres cebándoos como a marranos, sino a base de miedo. De uno de los miedos más humanos y primigenios: el miedo a los bichos.