Durante más de cincuenta años, la comunidad neurocientífica ha participado en un intenso debate sobre cómo se codifica la información en el cerebro y cómo se transmite en forma fiable de una región del cerebro a otra. Se han propuesto sistemas de codificación mutuamente excluyentes, a los que han apoyado con energía. Científicos de la Universidad de Friburgo pudieron demostrar (en un próximo número de la revista Nature Reviews Neuroscience) que los primeros estudios se basaron en propuestas bastante extremas.
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