En ocasiones, cuando exploramos nuestro disco duro, podemos encontrarnos algún archivo desprovisto de extensión (es decir, de las letras que van al final del nombre, tras el punto, y que nos informa sobre su formato: *.txt, *.jpg, .exe, etc.). Pero, sin dicha información, ¿cómo sabremos qué tipo de contenidos tenemos entre manos y a qué programas podemos recurrir para abrirlos?
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