Da igual que esté prohibida su venta y su uso en ciudades como Madrid, tal y como recoge la ordenanza municipal. Da igual que todo el mundo coincida en que son peligrosos. Por alguna razón que desconozco, aún hay gente que encuentra extremadamente divertido colocar estos pequeños artefactos en la vía pública, prender la mecha y alejarse unos metros para, tras la explosión, soltar una risotada de excitación nerviosa. Digámoslo alto y claro: a menos que tengas 10 años o seas un auténtico soplapollas, tirar petardos no tiene ninguna gracia.
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