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Del estómago al cerebro

No comemos carne de perro porque lo sentimos cercano a nosotros: lleva más de 20.000 años a nuestro lado; ha sido un compañero fiel y, como mucho, una herramienta (caza, vigilancia, protección, etcétera). Por el contrario, la vaca, el cerdo o el conejo jamás han gozado de esta proximidad con nuestra especie, ¿verdad? En el caso de los peces la empatía es todavía menor, puesto que no comparten ni tan siquiera nuestro ecosistema directo, lo que restringe el contacto al mínimo.

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