Mientras el cortejo fúnebre con los restos de Alejandro se dirigía a Macedonia, Ptolomeo se apropió de ellos y se los llevó a Egipto. Allí levantó una grandilocuente tumba, conocida como el sema, en Alejandría (la más famosa de las 50 Alejandrías fundadas por el conquistador). El sarcófago era en su origen de oro, si bien Ptolomeo IX lo reemplazó por cristal con el objetivo de sacar más fondos. Así la halló Julio César cuando peregrinó a la tumba de su héroe de juventud.
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