La historia se repite cada vez que La Moncloa cambia de inquilino. Cualquier intento o compromiso de poner fin al "enchufismo", o lo que en la Función Pública se conoce como la "cultura del botijo", para purgar la actual politización de lo público termina en el cajón del olvido como ocurrió en 1996, cuando José María Aznar ganó las elecciones generales a lomos de una campaña contra la corrupción y el despilfarro socialista y adquirió el solemne compromiso de suprimir 5.000 altos cargos en la Administración Pública.
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