La Universidad de Stanford tiene un código ético, escrito en 1921, en el que los estudiantes prometen que no van a copiar ni a plagiar. Sentido común, vaya. O no tan común, al menos no en la Facultad de Informática. El año pasado, según un informe del centro, el 22 por ciento de las violaciones de código fueron estudiantes a los que se pilló copiando en clases de informática, con el sencillo sistema de copiar y pegar código. Y esto no es nuevo, porque en años anteriores ese porcentaje ha oscilado entre el 20% y el 60% todos los casos
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