Un discurso ampliamente aceptado se basa en la creencia de que una subida de impuestos a los ricos les desincentivaría en la inversión de capital para la creación de nuevo empleo. La realidad muestra que no hay prueba empírica que lo sostenga cuando, al contrario, el uso habitual que los poderosos dan a sus excedentes monetarios va orientado hacia la especulación.
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