Analicemos, por ejemplo, el caso de la sanidad en Estados Unidos. Una parte considerable de la población (en torno al 16%) se vería beneficiada en caso de que el gobierno acometiera reformas progresistas y radicales en el sistema de sanidad, que es un mercado con muy poca intervención estatal y donde las entidades privadas hacen un gran negocio. Un gran negocio criminal, porque lo que está en juego no son bienes y servicios destinados al ocio, sino la propia salud.
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