“Del embalse a la caja” es una vieja máxima del negocio eléctrico. El agua, un recurso de naturaleza pública, lleva transformándose desde hace décadas en beneficios para un puñado de empresas y sus accionistas. Las grandes centrales hidroeléctricas, en manos de compañías privadas a través de concesiones públicas, son máquinas de hacer dinero. Las empresas concesionarias no detallan cuándo expiran las concesiones de cada una de las instalaciones. Tampoco lo hace la Administración.
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