Lo hemos visto y escuchado mil veces: en las películas de acción, el psicópata viaja en una destartalada furgoneta en la que suenan heavy metal o punk, mientras que los buenos escuchan pegadizos éxitos poperos. El rock duro en todas sus variaciones, potencia nuestras ganas de pisar cabezas y atropellar ancianas, convirtiéndonos en potenciales delincuentes. Sin embargo, los que practicamos este culto casi desde nuestra tierna infancia sabemos que no es así, ahora un nuevo estudio viene a darnos la razón.
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