Pasé tres meses en un centro de detención al sur de Bagdad donde las torturas eran diarias. Me quemaban los brazos, me golpeaban la cabeza, me ataban las muñecas a una barra de madera que fue suspendida del techo para azotarme. Me aplicaban corrientes eléctricas en los genitales, me dejaban desnudo y me arrojaban agua helada. A los tres meses confesé. Me inventé haber matado a un sheikh. Sólo quería que parasen los golpes".
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