De siempre, la justicia es un tema sometido a juicios cotidianos. En menos que canta un gallo, todos somos presidentes del Gobierno, entrenadores de fútbol y jueces. Al otro lado del telón de acero, como diría Sabina, se ven muy fácil los toros, pero antes que ponerse a gritar “¡esto es una vergüenza!” (que lo es) o “¡lo que pasa en este país no pasa en ningún sitio!” (probablemente), habría que parar y pensar un poco.
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