Las conquistas llevadas a cabo por Castilla durante la segunda mitad del siglo XIII mermaron enormemente los otrora extensos dominios musulmanes en la Península. Tras las caídas de Córdoba (1236), Murcia (1243), Jaén (1246), Sevilla (1248) y Jerez (1264), la frontera sureste de Castilla con el reino nazarí de Granada se convirtió durante los siglos XIV y XV en el escenario de constantes razzias y cabalgadas por parte y parte pero, sobre todo, de los andalusíes, cuyo mayor empeño radicaba en impedir que la zona se repoblara, asegurando con ello
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