Es un error interpretar las recientes noticias de vigiancia masiva de Estados Unidos y Europa en términos de la privacidad de individuos. Lo que está en juego no es para nada la privacidad, sino el poder del estado sobre su ciudadanía. La vigilancia es en realidad, en su raíz, una forma altamente efectiva de control social. El conocimiento de saberse vigilada cambia nuestro comportamiento y disuade la disidencia. La imposibilidad de asociarse secretamente significa que ya no es posible la libre asociación.
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