La anécdota que voy a relatar ocurrió hace pocas semanas en una gasolinera de la N-1 entre Donostia y Beasain. Un joven donostiarra muy concienciado con los derechos lingüísticos de la ciudadanía vasca llenó el depósito de su automóvil y se acercó al mostrador del interior de la gasolinera para realizar el pago. Se dirigió al cajero en euskara: “hirugarrena mesedez”. El cajero le respondió “no le entiendo, hábleme en castellano por favor”.
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