Los niños dan vueltas, saltan, gritan, ríen, se distraen y muestran su revoltosidad sin freno. Una de las madre empieza a llamar la atención de su hijo desde la distancia: “¡-Pablito- deja de molestar y ven a jugar aquí!”. Pablito sigue su ritmo y no hay quien le pare; está jugando a tirar piedras, remover arena y juntar palitos en un esquina. “¡No para!”, dice la madre, “Se pasa todo el día revoltoso y no hay quien le haga detenerse. En la escuela me han dicho que es hiperactivo”.
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