No es un terremoto de grandes dimensiones. Pero sí pequeños movimientos sísmicos continuados en el tiempo que duran ya dos décadas. En concreto, desde que comenzó el siglo. Y no es otro que un aumento de la presión fiscal de los hogares —medida por los tipos impositivos medios— frente a la tributación de las empresas. Unos cuantos datos lo acreditan con precisión.
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