Estaba el otro día en una tienda a modo de relax ya que hace las funciones de parque de atracciones para gente como yo (y que, para no hacer publicidad, llamaré Meroy Lerdín) cuando se me acerca un caballero de mediana edad, vestido con ropa casual, gafas de pasta y tablet en mano. Con mis atención puesta en las brocas de cobalto, su "buenas tardes" perfora mi concentración. Lo que viene después, taladra mi momento de paz.
"¿Conoce usted las últimas ofertas de Iberdrola en el mercado de la electricidad?"
Después de un par de poco amistosos "no me interesa, gracias" y "le repito que no me interesa, gracias", avanzo unos pasos hacia los tornillos autoperforantes cuando recibo una llamada a mi móvil de uso personal. "No conozco este número, pero parece legítimo", pienso antes de descolgar para encontrarme con la voz de un comercial de Vodafone, al que no doy tiempo de terminar de lanzar su propuesta.
En cuestión de minutos, lo que estaba siendo un momento de desconexión tras una semana de mucho trabajo, se vió invadido por los intereses particulares de terceros, buscando presas bajo un camuflaje muy sibilino, difícil de detectar cuando se tiene la guardia baja.
La avalancha de publicidad y propaganda es tan intensa e imparable que la gente, cada vez más, y como si fuese algo innato o incrustado en nuestro código genético esperando el momento de necesidad para manifestarse, está desarrollando filtros para neutralizar, ignorar o invisibilizar al cerebro dicha publicidad. Hay quien, viendo el televisor, se levanta del asiento o agarra el mando a distancia justo tres o cinco segundos antes del corte publicitario. Como si llevara un temporizador mental de cuándo tocan anuncios. Otros navegan por Internet sin ningún tipo de filtro de publicidad y sin que parezca importarles pues su cerebro parece que tapa todo banner y anuncio con una imagen en negro, con un biombo imaginario que tapa el cartelón virtual. Caray, hay gente que incluso sabe cuándo está recibiendo una llamada comercial ¡por la hora! Y no les hace falta ni mirar el reloj ni el número de teléfono, sólo valorar la intensidad de la luz solar para averiguar que está siendo reclamado por los agentes de telemarketing de turno.
Por eso, la publicidad y la propaganda se ha sofisticado para engañar a este nuevo sentido de supervivencia. Y como buenos depredadores (o supervivientes, según se mire), la técnica más efectiva es el camuflaje, concebido de una forma en que ya no se trata de estar ahí y pasar desapercibido, sino de hacerse notar pero disfrazado de otra cosa. Lo subliminal se lo llevó el retrete hace tiempo; lo que se tercia ahora es atizarte con un bate de beisbol en plena frente pero que creas que ha sido con una rama de olivo.
En el extenso bosque que es Internet, es más fácil engañar al ojo del visitante ocasional si uno sabe vestirse adecuadamente y se mueve rápido entre troncos y arbustos. Para el habitual, que trepa árboles con soltura y distingue los cantos de las diferentes aves, es más difícil que sea engatusado. No hablemos ya del que se pone a hacer picnic a la entrada de una osera porque sabe por los zurullos que el oso está en la otra punta del monte.
La diferencia entre los bosques y los medios de comunicación es que el bosque tiende a erigirse y coger forma según la localización y el clima, mientras que los medios de comunicación simulan un bosque con árboles de cartón-piedra y demás vegetación de plástico, con ratas disfrazadas de ardillas y lobos vestidos de cervatillos. Esos programas aparentemente informativos y estas tertulias están diseñadas para que creas que su bosque, aun siendo falso, artificial y repleto de mentiras, es el bosque más frondoso, el único que da buen frescor y buena sombra, y que el resto de bosques está lleno de alimañas y malas hierbas, y no pasa nada (incluso sería convieniente) si un incendio se los lleva por delante.
Esos expertos diseñadores de exteriores también trabajan en Internet, y utilizan las mismas estratagemas, contenidas todas en el nuevo libro de la publicidad y la propaganda. Poco a poco han ido tomando el bosque original, han ido talando los árboles que, según ellos, afeaban la vista, y plantado los que más les conviene a ellos, introduciendo especies invasoras que sepan convivir entre ramas reales y de poliuretano.
Debido a todo ello, la Web 2.0 actual es una reminiscencia de lo que se supone que iba a ser. Y ningún sitio se salva. Ni Facebook, ni Twitter, ni TikTok, ni Instagram, ni Reddit ni, por supuesto, Menéame. Porque el gran problema de este camuflaje, de este escenario artificial, es que los mencionados diseñadores se basan en la premisa de que nadie en su vida ha visto un bosque real. Y es que se suele acusar a las redes sociales de funcionar como cámara de eco; la realidad es que el eco es mucho más fácil de reproducir cuando cascas veinte muros de hormigón colocados convenientemente entre quien emite el mensaje y quien lo recibe. La pregunta es: ¿desde cuándo hemos tomado como algo natural que existan veinte muros de hormigón en medio del bosque?
Si usted se da un paseo por Twitter y presta un poco de atención, verá un patrón bastante habitual. Quinientas cuentas entrelazadas, bien por seguidores, bien por compartición de contenidos, bien por feedback. De esas quinientas cuentas, veinte son generadoras de contenido, y todas tienen un interés: vender un libro, ganar suscripciones, conseguir votos para un partido político, encender el candelero para ser invitado a otros medios. Cuatrocientas de esas cuentas se limitan a retuitear, a repetir consignas o a molestar de manera simple con comentarios simplistas a sus adversarios; comparten una biografía casi idéntica, son absolutamente monotemáticas y no tienen más interacción positiva que la que ocurre dentro de su red endogámica. El resto de cuentas son usuarios reales, bien con comentarios esporádicos o porque creen pertenecer a una red de personas reales que comparten una forma de pensar.
Si usted se da un paseo por Youtube, en lo que se suelen llamar los "canales ideologizados" (es decir, que son prácticamente monotematicos en el apoyo y destierro de una u otra ideología política) encontrará que su sección de comentarios está trufada de pocos comentarios que inviten al debate y cientos de comentarios que parecen sacados de una plantilla ejecutada por algún bot. Si mira las estadísicas de los vídeos de dichos canales, se dará cuenta enseguida de que el número de comentarios, el de visualizaciones, el de suscripciones y el de "me gusta" no concuerda unos con otros. La sensación es la de ver un Ferrari con el motor de un Dacia alimentado por queroseno recorriendo el trayecto entre Almansa y Volgogrado en menos de tres horas.
Menéame no es una excepción y, curiosamente, su bajo número de usuarios activos (comparado con otras redes sociales) hace mucho más evidente este hecho.
Cualquiera que pase cierto tiempo en esta web habrá percibido ciertos usuarios, cuanto menos, "curiosos" a la hora de aportar contenido. El que sólo menea noticias que pueden perjudicar a la iglesia católica; el que sólo menea noticias opuestas a la OTAN o a "occidente" (muchas veces, de fuentes oscuras o difíciles de encontrar salvo que se pertenezca a un RSS muy específico o se dedique en cuerpo y alma al análisis de esas noticias); el que menea cualquier noticia contraria a los postulados feministas o al Ministerio de Igualdad (y su contraparte del que sólo menea noticias relacionadas con sucesos plausibles de tener un origen machista); el que prácticamente menea el feed de Twitter de un político de cierto partido político (y su contraparte del que pŕacicamenre sólo menea artículos contra el político de cierto partido político). También están los que sólo menean sucesos en los que cuyo presunto culpable es de procedencia extranjera o de cierta etnia, o los que menean contenido de fuentes extremadamente similares, o los que menean contenido en vistas a regionalismos o nacionalismos...
Pero si uno dedica un poco de tiempo a utilizar las funcionalidades de esta web, observará cosas, también, muy "curiosas". Por ejemplo, que en los primeros cincuenta votos positivos a meneos con fuente en ciertas páginas web, los nombres de los usuarios coinciden con otros tantos meneos con la misma fuente; que en los primeros cincuenta votos positivos a meneos de ciertos usuarios, coinciden plenamente con los votos positivos de otros meneos de los mismos usuarios. Con una variación de tiempo ridícula, muchas veces inferior al tiempo de lectura o visionado al meneo. Sí, efectivamente, huele a coordinación de votos.
Y si nos vamos al campo de los votos negativos, es muy similar. De los meneos con más de veinte negativos, existe una posibilidad muy elevada de que la mayoría (>50%) proceda de los mismos usuarios.
Y por último, el de los comentarios, y el que más llama la atención: hay una posibilidad del 100% de que una cuarta parte de los primeros 20 comentarios de un meneo proceda de los cincuenta primeros usuarios en menear un artículo. Ésto no sería raro si no fuese porque ocurre antes de que el meneo aparezca en la portada, y siempre en los subs de |actualidad y |política, o en la cola de pendientes. Un extraño circlejerk de opiniones y karma.
Ésto da lugar al habitual ambiente enrarecido, en el que todo el mundo acusa a todo el mundo de pertenecer a "comandos", a "canales de información privados". Una guerra de guerrillas que ensucia la comunidad e invita a salir corriendo, más cuando cualquier comentario crítico con la base del artículo es fundido a negativos y su usuario acosado y llamado mil nombres poco agradables. No existen los ex-votantes de un partido político, todos los moros son violadores, Errejón es poco menos que Judas, si criticas a la izquierda eres facha o equidistante, y si criticas a la derecha eres podemita o apesebrado.
Mención especial merecen los usuarios que de disfrazan de todo lo contrario que representan; una especie de contrapropaganda con la intención de generar irritación y repulsa contra la ideología que aparentan representar. Se distinguen porque cumplen al 150% con el ideario del que simulan ser, muchas veces hasta cuotas ridículas, y ser extremadamente faltones, falsarios, tergiversadores y nulos al debate. Aparecen en los primeros comentarios para tildar a todos los hombres de machistas, a defender de forma velada el fascismo, a promover independencias unilaterales o directamente a insultar de forma aparentemente elegante a todos los meneantes, ya sean positivizadores o negativizadores, de un meneo.
Y la pregunta fundamental es: ¿quién está detrás de ésto?
Pues además de los usuarios fanáticos (o simplemente de fuertes e inamovibles convicciones que habría que analizar con un cuadro de psiquiatras expertos) están los cibervoluntarios, alguien que de una forma u otra pertenece (o cree pertenecer) a las estructuras de una organización o partido político y se dedica a la propaganda en redes. También están las agencias de publicidad, contratadas por dichas organizaciones o partidos políticos, en las que por cuatro duros te ponen a alguien haciendo proselitismo en las redes a tiempo completo (compartido con otros quehaceres). Y por último están los "troles", gente con mucho tiempo libre cuya fuente de dopamina consiste en dar por culo virtualmente.
Volvamos a Meroy Lerdín. Uno decide pasar la tarde entre palas de jardinería y pinturas de exterior, quizá buscando la inspiración que le lleve de nuevo a realicatar el cuarto de baño, y se encuentra con que el resto de clientes o visitantes... quizá no sean clientes ni visitantes normales.
"Ese taladro consume mucho, y con las tarifas que tiene Endesa te arruinas". "Oiga, puede mirar el catálogo online, pero sólo si tiene Orange, porque aquí es la única cobertura que funciona". "Esos grifos son muy buenos; están hechos en España". "Esos marcos para puerta parecen para la casa de un facha". "Si no compra una Dremel es que nunca ha probado una Dremel". "Con esa silicona le entra toda el agua; lo mejor es cemento Portland".
¿Y dónde están los encargados? Probablemente sentados en un minidespacho, intentando cerrar el pago a plazos de una cocina. ¿Y los cajeros? Pague usted por sí mismo en una de esas maquinitas. ¿Tiene ya el carnet del Club Lerdín? "¡Me cago en dios! ¿Qué coño pasa en esta tienda?", gritaba el cliente mientras un guardia de seguridad lo echaba a patadas por levantar la voz.
Y quien tenga las espaldas anchas puede que siga visitando la tienda de cuando en cuando, pero quien no, se restringirá a la ferretería del barrio, en la que sabes donde vive el tendero y si te tima le puedes dar una hostia. O se limitará a ver Bricomanía para pasar el rato. Esos sí que son productivos, que te construyen una piscina en menos de dos horas.