Concentración de las Gestoras Proamnistía en un pueblo vasco de cuyo nombre no quiero acordarme. El objeto es homenajear a un preso de ETA que se ahorcó en su celda. Durante su discurso, el portavoz local pide a los asistentes que recuerden a los representantes de PP y PSOE en el pueblo "su complicidad" con ese "asesinato". "Recordadles a cada paso y en cada calle el sufrimiento que están causando a nuestro pueblo". El acto termina con los clásicos gritos de "herriak ez du barkatuko" (el pueblo no perdonará) y al día siguiente aparecen las primeras pintadas con los nombres de los concejales junto a la palabra "carcelero". Esa misma tarde se produce una concentración delante de la casa del portavoz del PP con una pancarta que reza "Arkaitz asesinado. PP responsable. Lo pagaréis caro". No hay incidentes violentos pero la ertzaintza interviene para disolver a los concentrados por la evidente coacción en que están incurriendo. Al día siguiente, el portavoz local de las Gestoras Proamnistía es detenido para ser juzgado por sus palabras en el homenaje, considerándosele autor de un delito de amenazas terroristas y otro de incitación al odio.
Años después, un tertuliano de La Sexta Noche dice en televisión que “Pido a toda la gente de Vox, cuando vayan por la calle y se encuentren a este sujeto, que le recuerden que este sujeto les ha llamado cómplices de asesinato”. Se refiere a otro periodista que, tras la muerte de una mujer a manos de su expareja, había dicho que consideraba cómplices de ese crimen a quienes apoyasen a Vox porque el partido está en contra de las medidas cautelares que incluye la Ley de Violencia de Género. Aquí podéis ver sus palabras completas twitter.com/CervantesFAQs/status/1112632829719052288?s=20 Extrañamente, hay una parte no desdeñable del arco político y la opinión pública que no condena sus palabras e incluso las justifica (como, por otra parte, sucedía con el portavoz de las Gestoras Proamnistía).
La clave del asunto no está en lo machirulos o feminazis que seamos cada uno de nosotros. Está en que se pide el acoso callejero contra una persona por sus opiniones. Igual que hacía el portavoz de Gestoras Proamnistía. Es evidente que el "pido que cuando le vean por la calle le recuerden" es un eufemismo, y que Inda no propone un educado recordatorio, sino algo más contundente. Pero incluso si hubiese pedido un educado recordatorio de forma clara (es decir, un "señor, quiero manifestarle que me ha ofendido con sus opiniones" dicho por los 300 simpatizantes de Vox que como mínimo habrá en su ciudad cada vez que se cruce con alguno de ellos) estamos hablando de una incitación al acoso.
Todos tenemos derecho a caminar por la calle sin que un desconocido nos aborde y ataque por nuestras opiniones. La libertad de expresión implica la ausencia de represalias por ejercerla. Y el acoso callejero es una de las peores represalias imaginables. Impedir a una persona caminar tranquila por su forma de pensar, es una palada en la tumba de la democracia porque, en el fondo, persigue evitar que esa persona diga lo que piensa, principalmente porque molesta a quienes le acosan, perjudica a sus intereses y, por ende, quieren amordazarle para que no contradiga su discurso. Ése es el germen de la dictadura.
Siempre me ha parecido infame la campaña de acoso de la izquierda abertzale contra los cargos públicos no nacionalistas. Tampoco compartí los escraches a Rosa Díez o cerca de la casa de Soraya Saez de Santamaría, porque aparte de ser estériles generan un peligroso precedente que puede ser seguido por grupos ultras de ambos extremos para llevar a cabo actos más graves y convertir las calles en una cárcel. Ahora que pseudoperiodistas hacen incitaciones públicas a la persecución ideológica mediante el acoso callejero, me deja de piedra que haya gente capaz de defenderles. La ultraderecha es un peligro más fuerte que nunca en este país (y más en un contexto donde la derecha no le hace ascos y pacta con ella), y su odio a los valores cívicos y las libertades constituye una amenaza que debemos conjurar entre todos.
Primo de Rivera decía que 'no hay mejor dialéctica que la de los puños y las pistolas cuando se ofende a la patria y a la justicia'. Ha llegado el momento de evitar que sus herederos pongan en práctica esa máxima, y para esos hay que cortar de raíz su crecimiento usando para ello la Razón, la palabra y la movilización ciudadana. Yo no pido que nadie le recuerde a Inda su mezquindad, malicia y falta total de escrúpulos cuando vaya por la calle. Sólo propongo que cambiéis de canal cuando veáis su cara.