Aunque hubo algunos intentos previos, por ejemplo con Domiciano (s. I), ahora los emperadores comienzan a hacerse ver como dominus et deus, es decir, Señor y Dios, más que queridos por la divinidad, como antes se denominaban en su propaganda. Esto supone, por su efectividad, una situación sin precedentes en el que el poder imperial quedara ligado a los objetivos, bendiciones y comendaciones de divinidades paganas. Las victorias personales se concebirían como victorias de las divinidades con más poder, que defendían a sus emperadores más querido
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