Hoy en día resulta difícil comprender el azote que significaban las epidemias. La muerte se extendía en oleadas, como un incendio en una pradera reseca, pero nadie sabía cómo o por qué. Una de las más temibles de esas plagas era la viruela, y por eso la vacuna que Edward Jenner desarrolló contra ella a finales del siglo XVIII supuso un indiscutible punto de inflexión en la historia humana.
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