Cuando Roberto Fernández Tejerina, vecino de la localidad leonesa de Cistierna, decidió construir un invernadero en el jardín de su casa, lo último que pensó es que hallaría el esqueleto. Y, sin embargo, allí estaba, enterrado junto al muro de un antiguo palomar del siglo XIX que linda con su finca. Algo sonó “diferente” cuando el obrero que Roberto contrató comenzó a perforar la tierra con un martillo neumático y empezaron a salir “algunos restos con forma de hueso”.
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