La relación entre discurso y hechos es bastante difusa. La gente se busca el discurso con el que se siente más cómodo y a posteriori intenta darle sentido a sus acciones. Pero buscar la coherencia en la práctica es el camino más sencillo para acabar amargado.
Que "la libertad de expresión no lo resiste todo" es una perogrullada. Por eso se llama libertad de expresión y no otra cosa (como difamación, amenazas personales, etc.). Los límites son por necesidad difusos, pero hay que desconfiar cuando a una ministra se le ocurre regular justamente la libertad de expresión, porque nada bueno nos espera.