El libro se basa más o menos en esta premisa: «Hace años que no mato a nadie, y no pienso volver a hacerlo nunca más. Fue solo una mala racha que estaba pasando.»"
Luego, el segundo pilar, es su odio al mar y a las mujeres. No me voy a molestar en explicar por qué. Da igual.
Casi todo da igual, o esa es la sensación que me queda. Porque se trata de un adolescente psicópata que ha matado a dos primos y a un hermano, y que piensa que lo más divertido de la vida es portarse como una mierda y conseguir que todo el mundo se desviva por ti.
Me acerqué al libro con ciertas reservas, porque todo lo que va sobre maniáticos y psicópatas da ocasión a decir gilipolleces sin necesidad de justificarlas, y salí de él con esa misma impresión: que el autor tenía ganas de escribir maldades ode ahorrarse un psicólogo y compuso esta novela que, seguramente, sería muy provechosa para él, pero no tanto para sus lectores. O así lo veo yo.
No obstante, reconozco que está mejor escrita que la media y que gran parte del desagrado viene de que no me gustan las novelas sobre adolescentes (no, tampoco el guardián en el centeno, ni el señor de las moscas) y tampoco las que se basaban en universos mentales con reglas propias, y rituales propios, como la fábrica de avispas, sus altares de sacrificios y sus chorradas diversas. Prefiero elfos y dragones. Me los creo más. O me aburren menos.
Un asco de novela, pero que puede interesar a los aficionados a estas malas digestiones mentales.