Por aquella época, la imagen canónica del genio de la lámpara maravillosa era la de la película El ladrón de Bagdad (1940). Los diseñadores modernizaron un poco su aspecto y propusieron dos opciones: ambas representaban a un hombre calvo, sonriente y fornido de cejas pobladas, pero en una llevaba un aro en la nariz y en la otra un enorme pendiente. En Procter eligieron la segunda. Apenas seis meses después de su debut en el mercado, y tras una extensa campaña de publicidad impulsada por su famoso jingle...
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