En las crónicas se describe la instalación que hizo edificar Enrique IV en las cercanías de la Casa Real de Valsaín. Un bosque espléndido con una cerca cerrada a cal y canto donde descansaban todo tipo de fieras, desde venados gigantes a cabras de grandes cuernos, jabalíes y, supuestamente, hasta osos. Para su defensa, el rey dispuso que hombres fieros y repulsivos, como los salvajes animales que custodiaban, protegieran el tesoro del monarca castellano.
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