La pieza se basa en la última parte del concierto para violín n.º 2 de Paganini, cuya armonía está reforzada por el sonido de una campanilla. En la pieza, una de las más difíciles para piano jamás escritas, se practican los saltos de la mano derecha a intervalos, por lo general a más de una octava. A veces, incluso dos octavas completas en el tiempo de una semicorchea. Se estudia para mejorar la destreza y la exactitud en saltos grandes del teclado, ya que el pianista no tiene tiempo para mover la mano y tiene que evitar la tensión muscular.
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