Muchos lo utilizan como lugar de paso para acortar distancias entre la calle de San Vicente Mártir y la plaza Mariano Benlliure, pero lo cierto es que este pequeño rincón, de apenas cincuenta metros de largo, es un precioso espacio lleno de vida y testigo de aquella corriente que, a finales del XIX, trataba de imitar en la ciudad de Valencia los pasajes neoclásicos italianos.
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