Los campos se han teñido de un negro que no es de luto, porque la vida agrícola continúa. Ésta es la nueva laguna, donde se mezclan los límites del agua y del aceite mineral. El párroco del pueblo llena de petróleo la botella para la lámpara de la iglesia que luce desde hace unos días. Ante la alta torre se congregan las gentes con sus manojos de espigas de trigo ennegrecidas que llevarán de recuerdo a sus casas. En los barracones instalados al aire libre, se bebe de todo. Hay que bautizar con vino al petróleo.
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