"Vivimos en un país en el que el talento científico se desconoce a sí mismo". Con estas palabras, Santiago Ramón y Cajal parecía estar profetizando el destino de su propio legado científico, que desde hace más de 30 años espera almacenado en cajas en una habitación del instituto que lleva su nombre. El CSIC negocia para conseguir un emplazamiento digno pero, tras varios intentos infructuosos, uno de los mayores escándalos de la ciencia española sigue sin resolverse.
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